viernes, 14 de diciembre de 2007

El Bar

–Hola –dice Camila mirando a Rubén a los ojos.
–Hola –responde él algo sorprendido.
Camila se acerca aún más a Rubén, medio a propósito, medio empujada por los cuerpos sudados y húmedos de alcohol que se encuentran alrededor. Rubén nota algo distinto en ella. Su mirada no es la misma. Es directa y profunda, como en clases, pero hay algo más.
–Vine a buscarte –continúa Camila.
Rubén no sabe qué decir. Se calla. Ella continúa hablando.
–Me costó un poco convencer a mis amigos de venir hasta acá, ellos querían ir a bailar, pero yo tenía que verte.
–¿Cómo sabías donde encontrarme? –pregunta Rubén.
–Has nombrado este lugar un par de veces –responde ella con una ligera sonrisa mientras se aproxima más a él.
Rubén la observa. Sus ojos fijos en él, sus labios tan cerca, solo un pequeño declive de aire atestado a alcohol los separa de los suyos.
–¿Tu esposa esta aquí? –pregunta Camila.
Rubén siente un escalofrío en la espalda. Con un leve movimiento de cabeza responde que no.
–Mejor así –continúa ella.
“Parece otra persona” –piensa Rubén.
Camila sonríe.
–Anoche soñé contigo –continúa– y no he dejado de pensar en ti desde que desperté. Creí tener bajo control este sentimiento en la tarde, pero todo se derrumbo con la segunda cerveza.
Rubén, acosado por la mirada de Camila, comprende porque esta vez es diferente.
–Y ahora me es imposible tenerlo bajo llave –agrega ella mientras lo empuja sutilmente contra la pared y lo besa.
–Camila, vamos que ya es tarde. Camila, es que no me oyes. ¡Camila!
–Ah… disculpa… es que estaba pensando en otra cosa. Dime.
–Vamos que ya son las once de la noche.
–Pero si es temprano, porque no nos tomamos otra cerveza.
–Está bien, pero la del estribo. ¡Chicos! Una más y nos vamos, mañana hay que trabajar.

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